lunes, 7 de septiembre de 2009

entrevista a zac


hace un par de semanas, clarin se encuentran con zac para entrevistarlo en los angeles...esta es toda la nota que le hicieron (un poquito resumido pero sin sacar nada importante)

D.R.
Efron tiene 21 años y es uno de los rostros más fotografiados. Dice que no le molesta, pero en el futuro se ve detrás de la cámara. . Desde que en 2000 comenzó con la serie High School Musical es el rostro omnipresente en carpetas, salvapantallas y mochilas. Pero Zac se hace mayor y no quiere ser sólo una cara bonita, por mucho que hasta en su última película –17 otra vez– se resistan a que crezca. Un imponente guardaespaldas –con pinganillo incluido– custodia la puerta de la suite del hotel Four Seasons de Los Ángeles.
Sonríe, cansado, y confiesa que está teniendo un día «muy intenso». Seguir los pasos de la estrella y mantener a raya a paparazzi, fans y periodistas tiene que ser un trabajo duro.
Cuando su publicista nos da el visto bueno, Zac Efron nos recibe sentado, con la mirada fija en su iPhone. Se levanta de un brinco, clava sus ojos azules, compone su famosa sonrisa –sus dientes son tan perfectos que parecen casi postizos– y saluda pensando que nos conocimos en su última visita a Madrid. No es muy alto (1,75 metros), viste camisa a cuadros de manga corta, vaqueros –más bien ajustados– y el calzado que lo delata como el prototipo de chaval crecido en las playas de California: flip-flops o nuestras chanclas de toda la vida. Vuelve a su móvil. «Perdona, soy un maleducado, pero tengo que mandar este mensaje.» Escribe a velocidad adolescente, seguramente en el ininteligible lenguaje SMS, pero sabe que el cronómetro corre y me invita a empezar.
PRIVADÍSIMO
Su posesión más preciada es su colección de pelotas de béisbol firmadas.
Tiene todo tipo de música en su iPod, excepto country. No lo soporta.
Tenía 11 años cuando besó a una chica por primera vez jugando a beso, verdad o consecuencia.


Hoy no tiene tiempo ni para respirar: le toca promoción maratoniana de su última película: 17 otra vez. Ha cumplido 21 años y, desde octubre, ya puede pedir una cerveza en un bar o jugar en un casino de Las Vegas, pero a Zac Efron le está costando superar la edad del pavo, al menos en la gran pantalla. Es la penitencia que tiene que pagar por un rostro angelical, casi infantil, que apenas conoce la cuchilla y la espuma de afeitar. Su trampolín a la fama se llama Troy Bolton, el rompecorazones con dotes de Gene Kelly de la saga, primero televisiva y luego cinematográfica, High School Musical. Ahora, en 17 otra vez (que se estrena en nuestro país el 30 de abril) interpreta al yo adolescente de Mike, un hombre en sus treinta y tantos, al borde del divorcio y con dos hijos adolescentes convencidos de que es un perfecto perdedor. Transformado –por obra y gracia de una mística metamorfosis– en un chico de 17 años, volverá al colegio para intentar reconducir su vida.
Aunque no ha abandonado los pasillos del instituto, meterse en la piel de un hombre adulto ha sido un gran reto para él. «Al principio, el personaje me intimidaba mucho porque, en realidad, tiene 37 años. Me sentía muy raro y no entendía por qué me eligieron a mí para el papel.» En realidad, es fácil ponerse en la piel del productor que pensó en él. Efron es garantía de cines llenos hasta la bandera. Sus dos últimas películas, High School Musical 3 y Hairspray –otro musical–, han recaudado 185 y 150 millones de euros, respectivamente. Pero la taquilla es casi lo de menos: el merchandising de HSM ha superado los 700 millones de euros en todo el mundo y Efron, además de tapizar con su cara carpetas, mochilas, colgantes en forma de corazón o cordones para las zapatillas, tiene hasta su propio muñeco, que bien podría ser primo hermano de Ken, el eterno novio de Barbie. El secreto de su éxito precoz son sus ejércitos de fans. Él lo sabe perfectamente y, por eso, nunca dice no a una foto, siempre pone su sonrisa más encantadora para ellas y les extiende un fuerte apretón de manos a ellos.
Con ese sencillo protocolo ha conseguido que las niñas lo adoren, las adolescentes suspiren por él y las mamás lo deseen. «Los encuentros más interesantes siempre son con las madres. Ellas están mucho más emocionadas que sus hijas.» ¿Pero tanto como para entrar en juegos de seducción al estilo señora Robinson? Eso parece. «Sí, intentan ligar conmigo muy a menudo y siempre me pillan en fuera de juego.» Las quinceañeras, en cambio, van directamente al grano. «Estaba en la alfombra roja de un estreno en Sídney cuando una fan apareció con el vestido de novia de su madre, se arrodilló y me pidió que me casara con ella. Me pusieron un micrófono delante y tuve que contestar: `Sí, quiero´. Creo que me tomó la palabra, así que supongo que tendré que casarme con ella», explica entre risas. Le pido que me cuente algo que sus fans no sepan de él y su respuesta da un poco de miedo. «No lo sé. Creo que se saben todo sobre mi Tiene razón, teclear su nombre en Google despeja todos los misterios. Sus biografías, tan minuciosas como íntimas, recogen su historial médico –le practicaron una apendicectomía el año pasado–; sus tics nerviosos –se rasca compulsivamente los brazos hasta hacerse heridas– o su menú favorito: la cheeseburger de la cadena de comida rápida Carl’s Jr.

Internet también es morada de cientos de clubes de fans y páginas que siguen su vida minuto a minuto y que, casi al mismo ritmo frenético, inventan rumores sobre él. ¿El peor? Que había muerto. «Mi madre me llamó, asustada: ‘¿Estás bien? ¿Dónde estás?’. Y yo: ‘En casa, viendo la tele’. ‘Están diciendo que estás muerto’, me dijo ella. ‘Pues no es cierto, mamá, tranquila’ Quizá, por eso, mantiene una prudente distancia con el ciberespacio, algo que lo diferencia del resto de los mortales de su generación. «Casi nunca utilizo Internet. Nunca he visitado MySpace ni he tenido una cuenta de Facebook o de Twitter por muchos Zac Efron que haya por ahí sueltos.» Hace sólo dos años afirmaba que el éxito y la fama sólo tenían ventajas para él. Ahora, que ya ha sufrido los sinsabores del acoso y derribo de cierto sector de la prensa, se lo tiene que pensar dos veces. «Uff, es complicado… Seguro que tiene cosas negativas, sobre todo en lo que respecta a la parte pública, pero como estilo de vida y satisfacción personal no podría ser más feliz. Un día, me levanto en Francia y, al siguiente, me despierto en Alemania. Es genial.»
Se graduó en el instituto hace tres años y, curiosamente, nunca se le dieron bien las chicas y no fue ni el más popular ni el capitán del equipo de baloncesto. Él mismo se pone la pertinente etiqueta: «Era un empollón». Nació en Arroyo Grande, a tres horas al norte de Hollywood, su padre es ingeniero en una central eléctrica y su madre trabajaba como secretaria en la misma empresa. En casa, a nadie le extrañó que el niño que en los viajes familiares cantaba, infatigable, en el asiento trasero del coche quisiera ser actor. Después de participar en todas las obras de teatro del colegio, su padre lo llevó a su primera audición.
Aunque suene a frase de manual del perfecto actor recién salido del cascarón, dice que no tiene miedo a convertirse en un juguete roto o de caer en el baúl de los recuerdos. «Sé que en algún momento tendré que ir a la universidad, ya sea porque me apetezca o porque me hayan echado de la industria. Estoy preparado para que todo esto desaparezca. Y si se acaba mañana, aún puedo tener una vida productiva.» Por ahora disfruta de las ventajas de ser un veinteañero con aficiones propias de su edad –es un fanático de los videojuegos y del póquer–, pero con una cuenta corriente al alcance de muy pocos adultos, que no sabe de crisis ni de recesiones. Según la revistaForbes, sólo el año pasado Efron ingresó un cheque de 4,5 millones de euros por sus servicios, saldo más que suficiente para independizarse en una casa que le ha costado un millón de euros y que está decorando con muebles vintage de Herman Miller.
Dice que ser un modelo al que quieren imitar millones de adolescentes no le pesa y advierte de que su imagen de niño bueno no es ni fachada ni exigencia del guión. «Creo que sería mucho más duro si tuviera algo que esconder o tuviese una vida privada caótica, pero en realidad soy muy aburrido. No tengo tiempo para meterme en líos.» Pero parece que sus días de adolescente bailarín y casanova precoz están contados. Zac Efron busca nuevos estímulos y hay quien ya ve en él al Leonardo DiCaprio pre-Titanic. «Es el momento de cambiar. Me siento preparado. Estoy muy cómodo haciendo musicales, pero quiero darle un giro a mi carrera.» De momento, su próximo proyecto, Yo y Orson Wells, promete un papel más adulto. Repeinado y con un lookaños 30, será un aspirante a actor que conseguirá convencer a Orson Wells de que se merece una oportunidad. «Voy a sorprender a la gente.» Próximamente en sus cines

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